05 noviembre, 2009

Abandonada en el desierto, perdida en la nada, ahogada en silencio, gritaba desesperada.


Gritaba y gritaba su voz era muda, la calma la acosaba, sus ojos lloraban lágrimas amargas, lágrimas de un pasado que no se aleja, que se clava, lágrimas de desaliento, lágrimas secas que se lleva el viento, reclamándole a la vida su cruel condena de pagar una deuda infinita con llanto, con calambres en el alma, con cuchillos en el corazón.

Feliz quería ser ella, pero algo siempre se interponía, una sonrisa era igual a mil llantos, una sonrisa le costaba caro.

Días de felicidad, momentos de alegría, cuanto tiempo tenía que pasar para que todo se convirtiera en agonía, no le deseaba el mal a nadie, lo único que quería era amar y ser correspondida, entregarse en cuerpo y alma al amor, pero la vida se lo impedía.
Su camino era interrumpido por una nube negra que la dejaba helada, tan sola, con el agua de su cuerpo suspendido en el vacío, nube negra que arrancaba su esperanza de vivir, miraba hacia el cielo con una infinita ilusión de poder ser feliz, y lo era, pero era muy poco lo que duraba su dicha, sus ilusiones se marchitaron, sus esperanzas murieron, siente que todo a acabado para ella.


Quizá nunca será feliz, tal vez su destino es ese y nada más, quedar suspendida en el espacio, como una estatua infinita, sin voz y sin vida.

Que le depara el destino, no lo sé, podrá ser feliz algún día, no lo sé, quizá la vida la recompense, quizá la vida le tenga preparado algo especial, no lo sé, quizá si, quizá no... y mientras recogerá cenizas de su esperanza, tratará de sobrevivir a la vida que por ahora se le ha presentado con el peor de los colores.

Tratará de sonreír, aunque por dentro una daga la esté matando.



(No lo escribí yo, pero me gusto mucho y apenas para mi día de hoy)

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